Fijaos que he puesto compositor antes que cantante; pues aunque Jiménez fue un gran cantante y participó en numerosas películas, triunfó principalmente creando canciones de factura simple y directa, pero de melodías bellas y letras que llegaban al corazón de un amplio público. Como curiosidad, nunca tuvo una educación musical, ni sabía solfeo, ni tocaba instrumento alguno; simplemente se limitaba a silbar las melodías que le venían a la cabeza a alguien que sí pudiera transcribirlas.
Los más reconocidos intérpretes mexicanos y de fuera del país charro se disputaban sus creaciones, y artistas de la talla de Jorge Negrete, Lola Beltrán, Pedro Infante, Maria Dolores Pradera, Amalia Mendoza, en su época contemporánea, y posteriormente cuando sus obras ya eran clásicos, Mari Trini, Luis Miguel, Rocío Dúrcal, Julio Iglesias, Laura Pausini, entre muchísimas otras figuras mexicanas e internacionales interpretaron sus canciones, versadas casi todas en el desamor y el amor, muchas de ellas resultado de sus propias experiencias.
Pero si hubo alguien que supo captar la esencia de Jose Alfredo Jiménez fue Chavela Vargas. Su relación trascendió la puramente profesional, llegando a ser grandes amigos. De ellos se dice que entre los dos se bebieron varios miles litros de tequila, y que ambos iban de ronda a cantar bajo la ventana de alguna bella mujer, sin saber los que los veían si era una amante de Chavela o de Jiménez; las mujeres fueron su debilidad, junto con el alcohol.
Lo del tequila debió ser cierto, porque murió con solo 47 años de una cirrosis hepática, descansando sus restos en su pueblo natal.
De entre su numerosa creación musical, muchas de sus canciones son clásicos mexicanos: “El rey”, “La media vuelta”, “Amanecí en tus brazos”, y también “Un mundo raro”, uno de sus mayores éxitos.
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