Compuso los llamados lieder, predecesores de las canciones contemporáneas, música de cámara, composiciones para piano y para orquesta y música sacra.
Schubert nació en una familia pobre y numerosa (eran catorce hermanos), aunque al final, solamente quedaron él, otro hermano y el padre; los demás miembros, incluida la madre, fueron muriendo uno a uno. Aunque su padre quería que siguiera sus pasos como profesor, él siempre quiso dedicarse a la música; su talento le permitió entrar como becado en la Capilla Imperial de Viena y ser alumno del mismísimo Salieri. Pero no lo tuvo fácil, sus primeros años los dedicó a la creación de óperas que no tenían el éxito esperado. Sin embargo, la composición de lieder sí le reportó ciertos ingresos económicos. A pesar de todo, siempre le costó vivir de su música, la cual no tenía la salida que necesitaba, salvo en las llamadas “schubertiadas”, reuniones privadas en las que asistían amigos e incondicionales de Schubert, que los tenía y le ayudaban incluso económicamente, en un ambiente bohemio e intelectual. Terminó alejado de su padre, que nunca vió con buenos ojos que dejara la docencia.
Nunca se casó ni tuvo hijos, y era conocida su afición a las relaciones esporádicas, que le llevaron a enfermar de sífilis, gonorrea y, finalmente, sufrir una fiebre tifoidea que le llevó a la tumba muy joven, dejando muchas obras inconclusas, pero otras muchas que en la actualidad, asombran por su belleza y lírica.
Schubert compuso varios Ständchen (serenatas). Una de ellas, tal vez la más conocida, pertenece a lo que se denomina ciclo o colección de lieder llamado “Schwanengesang” (El canto del cisne) D 957, obra póstuma y, por tanto, una de las últimas composiciones de Schubert.
