Hoy, actores como Paul Giamatti o John C. Reilly deberán meditar un momento y darse cuenta de la importancia de que gente como Karl Malden o Ernest Borgnine hayan existido en Hollywood y abrieran el camino del cine a intérpretes con rostros de gente de la calle, a tipos que convirtieron su normalidad en su sello de la casa. En la noche del domingo, Ernest Borgnine, uno de los últimos de una legendaria generación (queda Kirk Douglas), un hombre que sin ser estrella sí fue un actor adorado por el público, falleció tras sufrir un fallo renal en el hospital Cedars-Sinai en Los Ángeles a los 95 años, rodeado por su esposa Tova y por sus hijos.
Entre los diversos récords logrados en una carrera tan longeva —este mismo año ha rodado El hombre que chocó la mano de Vicente Fernández— hay dos que hacen las delicias de los cinéfilos: participó en las cuatro películas de la saga Doce del patíbulo, y ganó el Oscar al mejor actor por Marty (1955), la primera película basada en un telefilme que llegó a los premios de la Academia. Por cierto, su personaje de carnicero solterón lo había interpretado dos años antes en esa versión original para la pequeña pantalla Rod Steiger.
Descanse en paz uno de los grandes secundarios de la historia del cine