Mientras estudiaba la carrera conocí a un chico francés que estaba de Erasmus en Alicante y me dijo que él era una rara avis en su país, porque admiraba todo lo español. Que nunca entendió esa manía que nos tenían sus compatriotas. Sus amigos siempre deseaban que España perdiese en todo.
No es nada nuevo, está claro.
Aún recuerdo los pitidos a Arancha Sánchez en Roland Garros habiendo sido tricampeona del torneo, o más recientemente a Rafa Nadal. Conchita Martínez confesó en su día que estaba harta de sentirse en París como si fuese la enemiga de todo el mundo, porque siempre que perdía un punto en sus partidos de Roland Garros el público aplaudía a rabiar, jugase contra quien jugase.