En estos capítulos vemos como la tésis terrorista va cobrando fuerza entre los jefazos, pero Jaritos está convencido de que hay algo más detrás de todo esto y, con el beneplácito encubierto de su jefe Guikas, empieza a investigar por su cuenta, como buen héroe de novela negra.
Se centra en el tema de la espada pero no llega a mucho, y con la detención de Bill (como cabeza de turco, al parecer) también entra en juego el tema de blanqueo de dinero, paraísos fiscales, etc...
El atelta Tsolakis también es una fuente fiable, y le abre los ojos sobre los posibles móviles para asesinar a Robinson: los hedge funds, o lo que es lo mismo, inversiones arriesgadas que llevaron a la ruina a muchos ciudadanos. Muy aguda su comparación de los administradores de los Hedge Funds y los atletas que se dopan: ambos juegan sucio y engañan a la gente.
Con la llegada de los policías ingleses se ve la “sumisión” y el complejo de inferioridad de los griegos, aunque por suerte muchos como Jaritos aún conservan la dignidad y no se arrodillan ante la troika.
El tema de la inmigración también se trata en estos capítulos, y vemos a una Atenas abarrotada por inmigrantes procedentes de África y Asia, que no tienen más remedio que sobrevivir al margen de la ley (contrabando, venta ambulante, etc…). Grecia, al igual que España, ha pasado en varios años de ser país receptor de inmigrantes, a ser país emisor hacia otras zonas de Europa con más garantías…
Los periodistas y los medios también entran en escena, para “informar” de todo lo que va aconteciendo en torno a la investigación. Por cierto, el periodista listillo-incisivo me cae fatal.
Por último en el terreno privado de la familia Jaritos, vemos a su mujer en estado de shock tras presenciar un suicidio provocado por la crisis, por desgracia muy habitual hoy en día y no solo en Grecia.
Una cosa más: fan del nombre de hombre Manolis.
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